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El Zumbido Verde

Ecología y economía: ¿enemigos íntimos?

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Sin utopía, la vida sería un ensayo para la muerte…”

Joan Manuel Serrat

Los medios inundan las noticias con mensajes de si Río+99 va bien, de si va mal, de que todo ha sido un fracaso, de si vamos a poder andar el camino del Desarrollo Sustentable, de las energías limpias, de cambios climáticos, de culpables, de inocentes… en fin… muchos mensajes sueltos, inconexos, que aunque pretendan informar, sólo confunden…

Esta entrada será tal vez un poco densa y teórica, y ojalá que no les parezca aburrida. Las palabras que se vienen, juntas, intentarán contar la relación entre la economía y la ecología… ojalá esas letras unidas y cooperando, consigan transmitir lo que quieren decir: que la humanidad, y por tanto su economía, es parte del sistema ecológico global, que lo que producimos y nuestra manera de hacerlo SI tiene que ver con la “ecología”, y la base de la problemática ambiental está en el sistema económico… no se puede (y no se debe) hablar de la crisis ambiental, sin hablar también de inequidad, de injusticia, de interculturalidad, de culturas ancestrales, de derechos humanos, de derechos colectivos, de género, de democracia, de política… en fin, de nuestras sociedades… La intención de escribir estas ideas, conceptos y visiones, no es otra que la de humanizar el debate ecologista (que irónicamente siempre ha sido muy humano), y de preguntarles ¿qué opinan?…

¿Colapso ecológico o Crisis civilizatoria?

Se le puede llamar como se quiera: crisis ambiental, catástrofe ecológica, delirios de l@s verdes, o incluso se puede ignorar. El hecho es que en la tierra están pasando muchas cosas, y que hay muchísima gente preocupada, pero más importante aún: hay millones de seres humanos sufriendo, son incontables las personas anónimas para las que sus vidas han cambiado drásticamente (y generalmente para mal), debido a fenómenos como el calentamiento global, el cambio climático, la reducción de la capa de ozono, la contaminación, y la extinción en masa de la biodiversidad (especies, ecosistemas, y mucho conocimiento y sabiduría que ha nacido de ella).

Lo que pasa no son cosas etéreas y abstractas, como la propaganda pretende hacernos creer, son cosas reales que están reduciendo drásticamente nuestra calidad de vida. Lo que es más triste aún, nosotros, las personas, los seres humanos, somos quienes nos causamos ese sufrimiento, y no es una forma de penitencia (lo que tampoco lo justificaría), sino más bien un crimen contra la vida, y por tanto, un crimen contra nosotros. Adams y Jeanrenaud (2008, Transición a la Sostenibilidad: hacia un Mundo Humanitario y Diverso) dicen: “Nuestras ideas, formas de participación política, leyes y prototipos establecidos de trabajo, son los mismos que crearon la situación actual. Enfrentamos un futuro para el cual el pasado es, en el mejor de los casos, una guía deficiente”. ¿Colapso ecológico? Si ¿Crisis civilizatoria? También…

La economía y la ecología…

Es irónico que dos ciencias, aparentemente tan complementarias, hayan seguido caminos tan divergentes. La economía pretende ser la ciencia que estudia la administración de la casa, aunque en términos reales, se haya transformado en la ciencia que estudia al capital y a cómo sacarle utilidad (a eso Aristóteles le llamó crematística, y no economía). La ecología, en cambio, se supone que es la ciencia que estudia a la casa. ¿Cómo se puede administrar la casa sin conocerla? La verdad no lo sé, sería mejor preguntarles a quienes lo han venido, y lo vienen, haciendo.

Aunque las versiones más conocidas de la economía y de la ecología hayan caminado separadas, y jamás se hayan dirigido la palabra (si, puede ser que hayan tenido encuentros cortos, pero sólo mirándose como dos desconocidas); ha habido otras visones que nunca fueron ciencias diferentes, que no nacieron sólo como economía, ecología, sociología, antropología, física o geografía… tuvieron (y tienen) diferentes nombres, hoy se llaman ecología política, economía ecológica y/o ecología humana.

La economía ecológica entiende a la economía humana como parte del sistema ecológico. Aplica los conceptos de la ecología, para entender a la economía.

La economía tradicional, como la entendemos, se sustenta en las visiones y concepciones que se tenían en la Europa de la ilustración: el universo funciona como una máquina, los recursos de la tierra son ilimitados, y además puede absorber todos nuestros desechos. Toda la teoría de Sir Adam Smith fue concebida bajo estas premisas, así como también la de David Ricardo, e incluso la economía del mismísimo Marx. Evidentemente, tampoco consideraron que existen culturas diferentes, y que cada cultura tiene sus propios códigos, sus propios símbolos, sus propias formas de producción, y sus propias formas de intercambiar sus cosas.

Para entender por qué me atrevo a asegurar tamaña insensatez, es importante recordar el origen de los dos modelos de desarrollo más discutidos: el socialismo y el capitalismo. Las dos ideologías, que hoy en día se parecen más a religiones que a modelos de desarrollo, fueron respuestas a lo que sucedía en un lugar muy específico: la Inglaterra de los inicios de la revolución industrial.

Ahí el estado controlaba todos los grandes negocios y protegía los monopolios, es decir, que el gobierno decidía quien podía producir, importar y exportar, y garantizaba que sólo esa persona pueda hacerlo. Por otro lado, existía un gran desempleo y las condiciones laborales eran terribles. Los salarios se definían de acuerdo a la oferta y la demanda, habiendo poca oferta (puestos de trabajo) y una altísima demanda (gente buscando trabajo), las empresas literalmente contrataban a quien esté dispuesto a trabajar por menos, es decir, que pagaban sueldos que difícilmente daban para sobrevivir. Está por demás decir que las ganancias de las empresas eran impresionantes.

Es así, que el escocés Sir Adam Smith (1723-1790), padre del neoliberalismo, como respuesta a este particular contexto social y económico, dice que el estado no debe intervenir en la economía, y que el mercado por sí mismo se encargaría de regularse, como si estuviese controlado por una “mano invisible”; la riqueza sería redistribuida a través de la generación de trabajo. El mercado ideal debía tener 5 características (como en toda jerga técnica que se respete, se debe usar palabras inentendibles):

  1. Competencia perfecta: esto significa que debe haber mucha gente que compra y vende en el mercado, y que nadie tiene influencia individual sobre el precio.
  2. Derechos de propiedad bien definidos: cada cosa que se oferta en el mercado debe tener claramente un dueño.
  3. Racionalidad de tod@s l@s actores: todas las personas que participan en el mercado actúan racionalmente. Además, deben tener en sus manos toda la información sobre las cosas que estén intercambiando. Esta información debe ser completa, entendible y debe estar en manos de tod@s, o como mínimo, tod@s tener acceso a ella.
  4. El beneficio privado es igual al beneficio social: esto quiere decir que la producción de algo, no debe producir más utilidades al empresario que a la sociedad en su conjunto.
  5. El costo privado es igual al costo social: esto implica que la producción de algo debe incluir todos los costos, y que la empresa no debe trasladar sus costos a la sociedad.

Las dos últimas características muy pocas veces son tomadas en cuenta, y para garantizarlas se necesitaría de la intervención del estado. Incluso los países más ‘liberales’, como los Estados Unidos, poseen leyes que regulan a los mercados y a los monopolios.

Está claro que el mercado ideal no ha existido, no existe y no existirá. Es sólo eso, ideal. ¿Quisieran un mundo, y una sociedad donde todas las relaciones humanas no sean nada más que relaciones de mercado? ¿Donde cada persona no sea más que un consumidor? Entonces ¿por qué repetimos una y otra vez el dogma neoliberal? ¿Por qué nos hemos creído que los mercados pueden gobernar nuestras vidas? ¿Quienes son los mercados? ¿quién los ha elegido para gobernarnos?

El, al mismo tiempo, satanizado y adorado Karl Marx (1818-1883), teorizó sobre los movimientos sociales que hacen que las sociedades sean lo que son, tomando como eje la justicia social, e introduciendo la idea de la lucha de clases. De acuerdo a Marx, el enriquecimiento de las empresas se da porque se apropian del trabajo de otr@s y l@s explotan. Su propuesta política, para la realidad específica de Inglaterra, fue el socialismo-comunismo. Para Marx, a diferencia de Adam Smith y David Ricardo, la riqueza debía ser redistribuida por el estado. El socialismo, como lo propuso Marx, nunca ha sido implementado. Los regímenes fascistas que se auto denominaban socialistas, nos han dejado una imagen completamente errada del socialismo.

La evidencia científica hoy (así como desde hace siglos la sabiduría de muchos pueblos milenarios), cuestiona las cosmovisiones de la Europa de la revolución industrial, es más, muestra completamente lo contrario: la tierra es un sistema complejo que funciona como un ser vivo, y reacciona de formas que difícilmente podemos predecir, los recursos son limitados y se están acabando, y sobre los desechos… es claro que el tacho de la basura está lleno, y se está desbordando. Hay una pregunta obvia… si los modelos económicos por los que nos hemos matado, y por los que nos apasionamos tanto, no responden a la realidad de la tierra y de la humanidad ¿por qué nos empeñamos en aplicarlos?

El capitalismo verde y la economía ecológica

La respuesta capitalista a la crisis ecológica y humana ha sido la economía ambiental o capitalismo verde. Para hacerlo ha vestido al desarrollo con una infinidad impresionante de trajes diferentes (Serge Latouche. 2004. Sobrevivir al desarrollo: de la descolonización del imaginario económico a la construcción de una sociedad alternativa), dándole dimensiones geográficas, sociales y culturales: desarrollo local, etno-desarrollo, micro-desarrollo, desarrollo autocentrado o desarrollo endógeno. Hoy el traje de moda es el de la sustentabilidad (Desarrollo Sustentable), que pretende darle una dimensión ecológica al concepto de desarrollo.

Estos trajes no cuestionan al desarrollo como idea, como dice mi abuelita: «aunque la mona se vista de seda, mona se queda». El desarrollo como tal, nuevamente según Latouche, tiene sus origen en la segunda mitad del siglo 18, con el inicio de la revolución industrial. Sin embargo, se origina como política en 1949, cuando la idea fue lanzada por el presidente de los Estados Unidos Harry Truman. Luego, fue redefinida por los socialismos utópico y científico.

Uno de los problemas fundamentales, para la economía ambiental, es que lo ambiental, lo cultural y lo social no son parte del mercado, que no se pueden negociar en el mercado, que están fuera de él, son cosas externas, por lo que les llama externalidades. La solución entonces es sencilla, solamente hay que hacer que todas estas cosas sean parte del mercado, o en palabras difíciles, internalizar las externalidades.

El problema que se genera con esto, es también sencillo. Para poder internalizar las externalidades, éstas tienen que ser parte del mercado; para ser parte del mercado, tienen que ser negociables, y tienen que tener un propietari@ (puede ser público, privado, una cooperativa o una comunidad); y para poder ser negociables, tienen que tener un valor económico. De esta forma, el mercado ideal, el mismo que no existe y no existirá, podrá solucionar la crisis ambiental. Así quienes se encargan de tomar las decisiones, pueden tomarlas basándose en un sencillo análisis costo-beneficio.

El supuesto buen resultado me aterroriza: la vida, la belleza, el arte, la cultura, lo sagrado, la sabiduría, las creencias (y tantas otras cosas que me olvido de mencionar), tendrían un valor de mercado. Mantenerlas o perderlas se transforma en una decisión contable. Imaginemos que se encuentra oro debajo del sitio más sagrado del lugar donde vivamos, para decidir si extraer el oro o mantener el lugar ¡solamente hay calcular si se va a perder o si se va a ganar dinero!

Por suerte, el enfoque de la economía ecológica es diferente, se debe agradecer esa fusión de la economía y de la ecología. Joan Martínez Alier habla de los problemas ambientales como un traslado de costos exitoso, los daños ambientales son considerados pasivos ambientales. Esto significa que quien ha causado un problema ambiental no ha asumido las consecuencias de este, y que las ha trasladado a la naturaleza y a la sociedad. Esto es independiente de si el problema ambiental, y sus consecuencias, están dentro o fuera del mercado, y por tanto, de si tiene dueñ@ y/o un valor económico.

La cosa puede volverse todavía más interesante. Mucha gente de esa a la que se le da bien observar y pensar, y tiene la facilidad de poner en palabras lo que piensa, cree que para haya rentabilidad, y por tanto, acumulación de capital, tiene que haber apropiación de algo, y por tanto, alguien o algo es desposeido.

Basándose en la idea de la Acumulación por Desposeción, de David Harvey, Federico de María, distingue dos tipos de apropiación: la apropiación de los medios de producción, y la apropiación de los medios de existencia:

  • La apropiación de los medios de producción: este tipo de apropiación se sustenta en desposeer a la gente de lo que necesita para producir, por ejemplo, el trabajo, el agua (en sus usos productivos) o el suelo (en sus usos productivos).
  • La apropiación de los medios de existencia: se basa en desposeer a la gente de lo que necesita para existir, por ejemplo, el aire, el agua (como necesidad vital) o el suelo (como lugar donde vivir). Se pueden distinguir aquí dos tipos de apropiación de los medios de existencia: la apropiación por contaminación, que propone Joan Martínez Alier, y la apropiación del metabolismo ecológico.

Al contaminar, al tener trabajadores trabajando en malas condiciones, o al apropiarse del metabolismo ecológico, se traslada los costos a la sociedad y a la naturaleza: pues, tanto la sociedad, como la naturaleza asumen los costos y las consecuencias. A mi me costó entender cómo algo, que no es alguien, como la naturaleza, asume costos: ahora el metabolismo ecológico debe emplear parte de su energía (o toda) y trabajo, para sanarse de los daños que le han causado. Si puede hacerlo continua existiendo, y si no simplemente desaparece.

En este contexto, creo que se puede hablar de otro tipo de apropiación: la apropiación de la persona misma. Al apropiarse de los medios de existencia, una de las consecuencias es la afectación a la salud de la gente y a sus derechos (individuales y colectivos). Por tanto, la persona ha sido desposeída de su salud, y de sus derechos, ha sido desposeída de si misma para que alguien pueda lucrar con ello. Esto podría ser llamado acumulación por apropiación de la persona.
Es frecuente escuchar profundas reflexiones de expertos y expertas, diciendo que las medidas ambientales y sociales encarecerían demasiado los productos, que le quitarían competitividad a la economía, que producir de forma limpia y socialmente justa no es rentable, que todo tiene un impacto, y que si no lo asumimos no tendremos desarrollo. Lo único que se ha conseguido con eso es crear y sostener una economía de mentira, falsa; una economía donde el precio de los productos depende directamente de que la sociedad y la naturaleza subsidien muchos de los costos de producción. Los precios finales son el resultado del traslado exitoso de costos, como siempre, los costos son pagados por la sociedad y la naturaleza, y las ganancias son privadas.   Esto no niega la idea de la plusvalía y de la rentabilidad, y tampoco niega el derecho que cada persona tiene de enriquecerse; simplemente, como dice Pedro Arrojo, quien lo haga, debe hacerlo sin trasladar sus costos a la sociedad y a la naturaleza, y sin apropiarse de los medios de producción y de existencia.

Para terminar

La relación entre la ecología y la economía es directa, la una es parte de la otra. Traducir a la vida cotidiana todas estas largas y (espero que no) aburridas reflexiones, requiere de otra economía, diferente de la que conocemos, pero también necesita de una democracia real y profunda, de una institucionalidad diferente de la que tenemos, da igual si la vemos a nivel local o global. Todo esto depende de decisiones políticas, las alternativas están madurando, naciendo, creciendo y reproduciéndose. Como humanidad tenemos los conocimientos, y tenemos las alternativas, para vivir en un mundo sustentable, justo y equitativo. Los problemas ambientales, son en realidad problemas políticos. Otro mundo si es posible… seguiremos conversando…

Investigador y docente universitario. La Ciencia y Tecnología Ambientales son un espacio enorme y diverso, casi indefinido. Mi doctorado es justamente en ciencia y tecnología ambientales. En ese contexto, todas mis líneas de trabajo e investigación pueden ser entendidas como Ecología Humana. Más específicamente, me he dedicado tanto a la Ecología Política Urbana y a la Ecología Política de la Conservación, como a la Economía Ecológica. Ya en la economía ecológica he trabajado el estudio del Metabolismo Social, y su relación con la cultura, la sociedad, y la organización del territorio, con énfasis especial en el agua. Las líneas de investigación en economía ecológica y ecología política rompen la barrera de las ciencias ambientales y las ciencias sociales, integrando la ecología, la economía, la sociología, la politología, la geografía y la antropología de forma transdisciplinar. Adicionalmente, mis intereses académicos se relacionan con el pensamiento crítico, el feminismo, la epistemología, las ciencias de la complejidad, la teoría del Kaos, y el comportamiento humano. Tengo un interés muy fuerte en la educación popular, la investigación acción y la ciencia post-normal. Mi experiencia de trabajo, además de la investigación, se relaciona con la gestión de procesos, programas y proyectos de investigación, y con los procesos de planificación y gestión de organizaciones académicas y de investigación. Haber servido a la sociedad desde lo público como Coordinador Zonal de SENESCYT para las zonas 3, 6 y 7 fue una experiencia de aprendizaje vital en mi vida. Me apasiona el arte y el aprender de las culturas. Hice teatro por cerca de 10 años, desde los 12 años de edad, y esas experiencias y aprendizajes marcaron mi vida. Soy practicante desde hace más de 20 años de Bujinkan Budo Taijutsu, un sistema de artes marciales japonesas ancestrales y no competitivas. Hoy soy parte del colectivo @LaKolmenaEc y de su panal La Eskuela (@ECLAESCUELA) En el que trabajamos en educación política desde la educación popular, coordino el área de ecologismo interseccional.

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