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Opinión

COVID-19: Socialismo Cooperativo o Barbarie.

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Sólo en común es posible sobrevivir

Introducción. –

Si de algo podemos estar seguros es que después del covid-19 ya nada será igual. Que sea un mundo peor o mejor dependerá de nosotros. Para algunos pensadores como Slavoj ZizeK la pandemia le ha dado un golpe mortal al capitalismo, tanto que, para el esloveno se acerca una nueva era de comunismo, una colaboración global que pueda controlar y regular la economía, el virus derribará el populismo nacionalista que busca cerrar las fronteras y fomentará la cooperación mundial, ya que la solidaridad y la colaboración global no son un idealismo, sino un acto racional, que es lo único que puede salvarnos. En cambio, para el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, tras la pandemia el capitalismo continuará con más fuerza, vendrá una era de regímenes autoritarios, el virus logrará lo que el terrorismo no pudo conseguir: un estado de excepción permanente, el virus nos aísla e individualiza, no genera ningún sentimiento colectivo fuerte, cada uno se preocupa por su propia supervivencia, sentenciando que el capitalismo no terminará por un virus, sino por una revolución humana.

He empezado estas líneas enfrentado las posiciones de ambos pensadores porque en la síntesis de la utopía de ZizeK y el realismo pesimista de Chul Han, reside la esperanza de nuestra especie, así como la rebelión de los campesinos después de la plaga del siglo XIV eliminó el feudalismo, después del covid-19 será el turno del capitalismo, pero para que eso ocurra, dependerá de nosotros la clase trabajadora, en tanto aprovechemos la oportunidad histórica para organizar una revolución contra este orden injusto, que desbarató los sistemas de salud pública y demás derechos sociales en nombre de la eficiencia del mercado. De lo contrario, sino aprovechamos esta coyuntura crítica para avanzar como humanidad, el capitalismo neoliberal saldrá fortalecido y todo el peso de la crisis recaerá sobre los hombros de los más pobres, mientras los ricos bajo su peligrosa teoría del darwinismo social, legitimarán la desigualdad y la explotación que garantice mantener sus privilegios y discriminaciones intactas, justificándose en su fascista idea de “superioridad”, como en efecto ya empezó en Ecuador.

De eso justamente trata la doctrina neoliberal, reducir al mínimo el papel del Estado y que sea el mercado a través de la competencia la que divida a la humanidad en una minoría de salvables y una gran masa de descartables en palabras del Papa Francisco. Por eso nuestras élites siempre han buscado convertir la teoría de Darwin << la lucha por la existencia>> y que <<sobreviven los mejores adaptados>>, como parte de su repertorio de argumentos contra el socialismo. Es por eso que inspirados en el obituario que escribió Kropotkin a Darwin, debemos preguntarnos ¿Por quiénes sigue funcionando mundo? ¿Por los trabajadores de la salud que luchan por salvar nuestras vidas, por los agricultores que permiten que sigamos comiendo, por los trabajadores de la limpieza que mantienen limpias nuestras ciudades, o por los pelucones que no saben hacer otra cosa que estar echados en el mueble viendo Netflix, que siempre han visto bajo el hombro a la gente humilde y que lo único que saben hacer es despilfarrar lo que otros han producido? Nunca antes ha estado tan vigente la lucha de clases, que por cierto es el motor de la historia, las élites a través sus títeres en el poder, le han declarado la guerra al pueblo en nuestro país, privilegiando el pago de la deuda externa con USD $ 324 millones que pudieron haber servido para atender la grave crisis sanitaria que vivimos y un paquete de medidas económicas que solo busca cumplir con el Fondo Monetario Internacional, precarizar el trabajo, abaratar la mano de obra, disminuir el costo de los despidos y eliminar los derechos laborales.   

Como vemos el escenario es desolador, pero con el optimismo de la voluntad que nos heredó Gramsci y en la línea de proponer alternativas estoy convencido que no habrá salida a esta crisis sin un cambio radical de modelo que haga que la sociedad crezca en dos direcciones, una en democracia y otra en solidaridad, siendo el << socialismo cooperativo>> el único proyecto que puede empujar en ambas direcciones, transformando a la humanidad integralmente en su conjunto y no solo a la economía.

I

Cooperativismo socialista

Si miramos un poquito hacia atrás, ante la crisis financiera mundial de 2008, fue la propia Organización Internacional del Trabajo (OIT) la que promovió las cooperativas ya que las considera “importantes para mejorar las condiciones de vida y trabajo de mujeres y hombres a nivel mundial, y que contribuyen al suministro de infraestructuras y servicios esenciales, incluso en zonas ignoradas por gobiernos y empresas inversionistas. Además, los valores de las cooperativas son fundamentales para la creación de trabajo decente. Las cooperativas favorecen una economía democrática, centrada en las personas, que cuida el medio ambiente, y al mismo tiempo promueven crecimiento económico, justicia social y una globalización justa (…) Las cooperativas no son “sólo” otro tipo de empresas, no son empresas “en miniatura”, son un modelo específico de empresa basado en el valor que puede ser aplicado a todas las dimensiones de actividad. KPMG, la Orquesta Filarmónica de Londres, la cadena de hoteles Best West y AP, son todas cooperativas, sólo para citar algunos de los ejemplos más famosos. La crisis ha llevado a un auto cuestionamiento sobre el correcto modelo de empresas. Las cooperativas son un interesante modelo alternativo. Ponen la prima a un plazo más largo de sostenibilidad y rentabilidad, para compartir los beneficios entre sus socios que son los dueños del capital y los principales clientes (ahorristas, solicitantes de préstamos), su factor en las necesidades de la comunidad local, son muy transparentes y, fundamentalmente, tienen un programa social que no les impide ser al mismo tiempo sostenibles y rentables. (…) En Francia, 9 de cada 10 campesinos son socios de cooperativas agrícolas, los bancos cooperativos manejan 60 por ciento del total de los depósitos, y 25 por ciento de todos los comercios minoristas del país son cooperativas. En Japón, 9,1 millones de familias de agricultores son socias de cooperativas que generan 257.000 empleos. En India, 67 por ciento de las necesidades de los hogares rurales lo satisfacen las cooperativas, mientras que, en Suiza, el comerciante detallista más importante y el mayor empleador privado, son cooperativas. [1].

La mayoría de cooperativas que funcionan de forma eficiente nacieron y se fortalecieron en crisis, como Mondragón en País Vasco, que nació contra la autarquía económica de la dictadura española, la Cooperativa de Ahorro y Crédito Jardín Azuayo frente al desastre de la Josefina en el Ecuador, el maravilloso ejemplo de solidaridad de los zapatistas exportando Café Rebeldía como respuesta al TLC de México con EEUU, y muchos otros ejemplos que nos pueden servir de inspiración para enfrentar la crisis desatada por la pandemia del Covid-19.

El cooperativismo es también sinónimo de democracia. Si bien es cierto, la democracia liberal representativa ha permitido la participación de amplios sectores de la población, en su mayoría trabajadores, en la vida política de nuestros países a través del voto popular, no obstante, esto sucede generalmente cada 4 años, mientras que cada día millones de asalariados tienen que alquilar su fuerza de trabajo para poder sobrevivir, sometidos a una dictadura llamada empresa, que es la forma hegemónica de organización productiva del capitalismo, la cual todos sabemos es una estructura altamente jerarquizada, donde cada parte, a excepto del dueño, está subordinada a otra. En cambio, las <<cooperativas>> son instituciones realmente democráticas, a diferencia de las empresas privadas que son una mera asociación de capitales, donde las personas valen por lo que tienen (número de acciones) y su fin es la ganancia y acumulación de riqueza, mientras que las cooperativas son una asociación de personas, en la que cada socio es un voto y las decisiones se toman por mayoría, las personas valen por lo que son y su fin es el servicio y el Buen Vivir, a través de la satisfacción de necesidades económicas, sociales y culturales en común

Aterrizando en nuestro país, Ecuador, debo confesar que vivimos un Estado fallido, con un gobierno que para evitar despidos en medio de la crisis ha dispuesto la aberración jurídica de que “el acuerdo entre las partes será la norma”, cuando todos sabemos que en el ámbito laboral las partes no son iguales, que una posee los medios de producción y la otra solo su fuerza de trabajo para subsistir, en palabras de la especialista en derecho laboral Karla Varas, el trabajador individualmente considerado, lo único que hace es someterse a lo que diga su empleador, distinta es la realidad cuando hay sindicatos fuertes. Por eso desde La Kolmena, organización en la que milito, hemos venido promoviendo que la mejor forma de proteger el empleo, es que los trabajadores se organicen fundando sindicatos, la unión hace la fuerza, sólo juntos podrán negociar igual a igual con sus empleadores, de lo contrario so pretexto de la crisis, la regla será abusar, apretar y despedir a los trabajadores. Sepan ustedes que los países que más respetan los derechos laborales son donde más trabajadores afiliados a un sindicato existen, como Islandia con un 92% o Suecia con un 62%, mientras que en Ecuador sólo el 4% de sus trabajadores están sindicalizados. En otras palabras, en Ecuador no existe sindicalismo, gracias al neoliberalismo, al toyotismo de “ponte la camiseta” y sobre todo por la traición de una dirigencia sindical corrupta y vendida a la patronal, basta mirar el ejemplo de la CUT creada en la época de la Revolución Ciudadana, que por cierto, ni perdón ni olvido a sus dirigentes. En ese sentido, urge la necesidad de que en nuestro país renazca el movimiento obrero ecuatoriano, ese que nació con un bautizo de sangre el 15 de noviembre de 1922 y que conquistó todos los derechos laborales que tenemos en nuestra Constitución y Código de Trabajo.

Y bueno en este punto, ustedes se preguntarán porqué del cooperativismo me salté al sindicalismo, y la razón es porque actualmente un número importante de trabajadores se encuentra laborando en empresas capitalistas, y la mejor herramienta que tienen en sus manos para proteger sus derechos es resistir dentro de la empresa a través de la organización sindical, pero eso no excluye que como bloque histórico desde la clase trabajadora vayamos promoviendo la gestión solidaria del capital, constituyendo la mayor cantidad de cooperativas posibles, ya que la simbiosis entre ambas formas de organización <<sindicalismo y cooperativismo>> nos permitirá resistir la crisis y comenzar poco a poco a generar la transición de un sistema a otro, esa transición constituirá la Revolución.

No hay tiempo para andar humanizando a un sistema que no funciona y mata, la transición tiene nombre y apellido y se llama  <<socialismo cooperativo>> que ha sido teorizado por el pensador vasco Iñaki Gil de San Vicente de la siguiente forma:  “La visión socialista del cooperativismo afirma con la experiencia en la mano, que el cooperativismo en general demuestra que la clase trabajadora puede dirigir una empresa sin la intervención de la clase burguesa, que los obreros no necesitan patrones para producir bien y barato, democráticamente y en beneficio del pueblo. Pero que, por un lado, el cooperativismo ha de guiarse por un objetivo político y ético de mejora profunda de la sociedad como antesala a su transformación revolucionaria. La política debe ir unida a la economía, y la ética de un mundo mejor ya prefigurado parcialmente en el presente activo del cooperativismo socialista, que ha de ser el engarce interno de lo político-económico, todo ello dentro de una solidaridad internacional opuesta a la internacionalización del capital. Por otro lado, para que lo anterior sea efectivo durante el tiempo necesario el cooperativismo socialista debe contar con el apoyo de un movimiento político de masas, obrero y popular, social, cultural, etcétera, más amplio, que le conecte con el resto del pueblo trabajador y que lo integre en su lucha revolucionaria. Por último, una vez conquistado el poder político y estatal por la clase trabajadora, el cooperativismo socialista será uno de los principales instrumentos de avance al socialismo, de aprendizaje y de desalienación[2]”.

II

RECUPERAR EL ESTADO

La pandemia del covid-19, nos ha dado duras lecciones que nos convocan a defender y consolidar instituciones fundamentales del Estado, como por ejemplo la salud pública, que nunca más puede ser tratada como un negocio lucrativo donde hay clientes y no pacientes. Debemos comprender, que en países pobres y periféricos como Ecuador, defender lo público equivale a que un niño pueda desayunar e ir a la escuela y que ese mismo niño sea el primero en ir a la universidad de toda su familia.  

El día que Ecuador goce de servicios públicos de calidad como agua potable, luz, vivienda, transporte, salud, educación y alimentación, tendremos la sensación de estar viviendo una Revolución. Aunque parezca mentira, en nuestro país la lucha sigue siendo por resolver los problemas más elementales del ser humano, como tener donde dormir y que comer. Ojalá el legado de nuestra generación sea por fin dejar todos esos problemas resueltos. Para eso, se necesita mucho más Estado y mucho menos mercado, una izquierda con vocación de poder que recupere el control del Estado por la vía democrática y lo ponga inmediatamente al servicio de las grandes mayorías, y no de las élites como sucede con el gobierno de Moreno. Y en esta lucha no podemos olvidar los gobiernos locales, ya vemos en Guayaquil los efectos de ser gobernados durante 28 años por las privatizaciones, el machismo, el racismo, el clasismo y la inobservancia a ley de los socialcristianos.  

Pero debemos ser realistas, recuperar el Estado no será cosa fácil, la democracia en nuestro país está en grave peligro, se habla de suspender las próximas elecciones mientras toda la sociedad se encuentra militarizada por un Estado de Excepción que se puede convertir en permanente, so pretexto hoy de la crisis sanitaria, mañana será por la inevitable crisis social y económica que se avecina. Con lo cual oficialmente viviremos una dictadura que terminará de desbaratar lo público, de rifarse los activos del Estado y generar una transición maquillada de democrática a un gobierno representado por alguien verdaderamente de la casta y no por un instrumento como Lenin Moreno.

Ante la amenaza de dictadura la respuesta del pueblo tiene que ser más democracia, pero no cualquier tipo de democracia, tiene que ser una democracia indignada con la consigna “que se vayan todos”, hay que reinventar todo lo que estuvo mal, incluida la política y sus representantes. No podemos volver a la “normalidad” en el que la gente común y decente no le interesaba la política, esa es otra dura lección que tenemos que aprender de la pandemia, la política es un asunto que nos concierne a todos, por dejarla únicamente en manos de quienes hoy detentan el poder, estamos como estamos. Por eso, todo el dolor e indignación que nos produce “la irresponsabilidad y ligereza con que las autoridades enfrentaron la pandemia, la falta de medios de protección, los latrocinios en aumento [en] plena crisis, la falta de medicamentos e insumos, la tolerancia al aumento inmisericorde de los precios de alimentos y medicinas, que disparó los contagios y la mortandad, el irracional pago de los intereses de los bonos en lugar de invertir el dinero en logística, las mentiras y ocultamiento de la verdad, y un largo etcétera” [3]tiene que convertirse en voluntad política de transformación, teniendo claro que ya no hay salida individual, y no hay otra autoayuda que la colectiva. Y la autoayuda colectiva se llama Política y nos pertenece.

En fin, estamos viviendo un momento histórico que no podemos desaprovechar, es un momento de cambio de paradigmas, el modelo neoliberal explotó y no puede continuar si queremos sobrevivir, la crisis que se avecina durará años, tardará mucho hasta que alcancemos un equilibrio económico y social que nos permita poder desarrollar tranquilamente nuestras vidas, pero ese equilibrio llegará si decidimos ser protagonistas de la construcción de nuestro futuro, en el que estoy seguro que el proyecto de <<socialismo cooperativo>> es un modelo de referencia que nos servirá para alcanzar la sociedad más justa, libre y solidaria que soñamos.    


[1] https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/newsroom/features/WCMS_105077/lang–es/index.htm

[2] https://marxismocritico.com/2012/04/10/tesis-sobre-el-cooperativismo-socialista/

[3] Edmundo René Bodero, Coronavirus –Derecho Penal (El Post-Finalismo). https://www.facebook.com/eboderocali/posts/10158114581543320

De profesión abogado, con un Máster en Derechos Fundamentales y Poderes Públicos por la Universidad del País Vasco, en Bilbao, España. Comunista por convicción y por lealtad histórica a su clase social, la clase trabajadora. Vegetariano y amante de los deportes extremos como el surf y el skate. Vive en el tradicional barrio Cuba de Guayaquil y tiene dos hijos con cola, Lucas y Roxy.

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1 Comment

1 Comment

  1. Ab. Miguel Angel Bermeo

    abril 18, 2020 at 5:00 am

    Es sano saber que existe mentes abiertas a un cambio, el pueblo está cansado de esta situación económica y social, el problema creo que tienes 2 aristas, el no creer en los nuevos líderes y su inercia, es decir existe un aparente conformismo o resignación a su actual situación, y eso hay que cambiarlo.

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